Te cambio de lugar, te acerco más al sol, o menos… lo que tú me digas.
¿No te gusta el agua que te doy? Puedo cambiarla. Escoge tu fuente, la que quieras…
¿O acaso fue mucha? ¿Muy poca?
Explícame, helecho, si mi error fue trasplantarte en una noche sin luna o si hubieras preferido una maceta de porcelana.
Puedo hacerlo. Puedo cambiar.
Piensa en la vida que le darás a este cuarto. En lo limpio estará el aire contigo aquí. En el gusto que me dará alzar los ojos de mi escritorio y ver que al menos alguien florece en este vacío.
Enséñame que echar raíces también es vivir y no lo contrario. Que reverdecer es posible y que por más pálido que esté ahora, puedo volver a crecer en vibrantes colores que nadie me conoce.
Te prometo, helecho, entender por fin que mis promesas no son abono, y que sin cuidado y acción son solo mierda.
Te prometo estar porque tú estuviste cuando yo también me quise morir.